Associação Guadalupe

Spiritualidad

Misa de inauguración de la nueva sede de la asociación Guadalupe presidida por el Padre Djalma, asesor diocesano y Dom Tiago - Obispo auxiliar de la archidiócesis de RJ

   

     Misas: martes a viernes a las 11h

Ángelus: de lunes a viernes a las 12 h.

Coronilla de la Misericordia: de lunes a viernes a las 15 h.

Cenáculo: Todos los martes a las 9 a.m.

Formación Espiritual: Viernes a las 14h

Nuestra Señora de Guadalupe - Patrona de toda América

El rezo y devoción del Santo Rosario se inició desde el siglo XII. Esta es una oración sencilla por la vida humana, y hoy es una devoción muy profunda promovida por los católicos. San Juan Pablo II, Benedicto XVI y otros obispos, conscientes del aborto en el mundo, se han alzado para defender la vida y han pedido oraciones constantes por el feto.

Por eso el rosario por los no nacidos es un regalo del cielo para estos tiempos en que la vida del ser más frágil e inocente está siendo sumamente atacada. El Rosario de los No Nacidos es un arma muy poderosa que derrotará el mal del aborto, ya que Dios recibe el sacrificio de la oración y lo usa como espada contra el mal. Dios transforma la oración en gracia que vence el mal en los corazones.

La oración es la solución a cualquier problema y el rosario es el arma de los elegidos. El poder del rosario no ha cambiado a lo largo de los siglos y si más personas oraran por el aborto sería reconocido como una gran atrocidad y un pecado muy grave. El poder de la oración es inmenso y puede cambiar el curso de los acontecimientos, los pensamientos, el corazón de todos, incluido el futuro del mundo.

Oh prelado vio no sólo las rosas, sino el milagro de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, pintada prodigiosamente sobre el manto del humilde indígena. Llevó el manto con la imagen de la Santísima Virgen a la capilla y allí, entre lágrimas, pidió perdón a la Virgen. Era el 12 de diciembre de 1531. Una hermosa confirmación vino cuando Juan Diego fue a visitar a su tío, quien sanamente narró: “Yo también la vi. Ella vino a esta casa y habló conmigo. También me dijo que quería que se construyera un templo en el cerro del Tepeyac y que su imagen se llamaría ‘Santa María de Guadalupe’, aunque no me explicó por qué”. Ante todo esto, muchos se convirtieron y se construyó el santuario.

El gran milagro de Nuestra Señora de Guadalupe es su propia imagen. La tela, hecha de cactus, no dura más de 20 años y existe desde hace más de cuatro siglos y medio. Durante 16 años, el lienzo estuvo completamente desprotegido, la imagen nunca fue retocada y hasta el día de hoy los expertos en pintura y química no han encontrado ningún signo de corrupción en el lienzo.

En 1971, algunos expertos dejaron caer, sin darse cuenta, ácido nítrico sobre toda la pintura. Y ni siquiera la fuerza de un ácido tan corrosivo dañó o manchó la imagen. Con la invención y expansión de la fotografía se descubrió que, así como la figura de las personas con las que hablamos se refleja en nuestros ojos, de la misma manera la figura de Juan Diego, el mencionado obispo e intérprete quedó reflejada y grabada en la ojos del cuadro de Nuestra Señora. Los científicos estadounidenses han llegado a la conclusión de que estas tres figuras estampadas en los ojos de Nuestra Señora no son una pintura, sino imágenes grabadas en los ojos de una persona viva.

Declaró al Papa Benedicto el barco de la Iglesia… Dios no ha actuado así con ninguna otra nación”. Coronada en 1875 durante el Pontificado de León XIII, Nuestra Señora de Guadalupe fue declarada “Patrona de toda América” por el Papa Pío XII el 12 de octubre de 1945.

El 27 de enero de 1979, durante su viaje apostólico a México, el Papa Juan Pablo II visitó el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y consagró a la Santísima Madre toda América Latina, de la cual la Virgen de Guadalupe es Patrona.

JUAN DIEGO

Juan Diego era un indio azteca, de la región de la actual Ciudad de México. Su nombre azteca era Cuauhtlatoatzin, que significa “águila que habla”. Juan Diego es su nombre de pila. Nació en el año 1474 en el barrio cerro de Tlayacac, al norte de la Ciudad de México. Juan Diego pertenecía a la casta más baja del imperio azteca. Sin embargo, él no era un esclavo. Fue un campesino que también se dedicó a la fabricación de esteras. Estaba casado, vivía bien con su esposa, pero no tenían hijos.

Encuentro con la fe cristiana

Juan Diego acogió la fe cristiana, atraído por la actitud y enseñanzas de los franciscanos que llegaron a México en 1524. Tenía entonces 50 años cuando fue bautizado, junto con su esposa. En el bautismo recibieron los nombres de pila João Diego y Maria Lúcia. Juan Diego era dedicado y piadoso, hombre de oración y penitencia. Caminó veintidós kilómetros para escuchar la Palabra de Dios, desde su pueblo hasta la Ciudad de México.

muerte de la esposa

María Lucía, esposa de Juan Diego, murió en 1529 a causa de una enfermedad. Entonces decidió irse a vivir con su tío. Así, la distancia desde su nuevo hogar hasta la iglesia se redujo a catorce kilómetros. Desde entonces comenzó a realizar este paseo todos los sábados y domingos, saliendo siempre antes del amanecer, para escuchar la Palabra de Dios. Juan Diego siempre caminaba descalzo y, en las mañanas más frías, vestía un abrigo confeccionado con una gruesa tela extraída de las fibras de un cactus. Esta prenda, parecida a un manto, se llamaba tilma o, también, ayate. Era una prenda que usaban los pobres, de la clase social de Juan Diego.

Primer encuentro con Nuestra Señora de Guadalupe

El 9 de diciembre de 1531, cuando Juan Diego caminaba temprano en la mañana para ir a la iglesia, alrededor de las tres y media, mientras se encontraba entre su pueblo y el monte Tepeyac, tuvo lugar la primera aparición de la Virgen de Guadalupe. En el lugar conocido hoy como “Capela do Cerrinho”, Nuestra Señora se apareció y habló a Juan Diego en su lengua nativa diciéndole: “Juan Dieguito”, “el más humilde de mis hijos”, “mi hijo menor”.

La petición de la Virgen María

Nuestra Señora ordenó a Juan Diego que llevara su petición al obispo franciscano Dom João de Zumárraga. La petición era que se construyera una iglesia en el mismo lugar donde la Virgen se había aparecido a Juan Diego. El obispo, sin embargo, no creyó la palabra del pobre y humilde Juan Diego. En otra aparición, Nuestra Señora le pidió a Juan Diego que insistiera. Obedientemente, al día siguiente, domingo, Juan Diego regresó y habló con el obispo. El obispo, a su vez, exigió que Juan trajera pruebas concretas de la aparición.

Humildad y milagro

El pobre Juan Diego regresó desanimado y evitó pasar por el lugar donde había visto a la Virgen María, temiendo ser reprendido por ella. El martes siguiente, 12 de diciembre, tuvo que acudir nuevamente a la ciudad a buscar ayuda para su tío que se encontraba muy enfermo. Y, una vez más, evitó seguir el mismo camino, huyendo de la Virgen María. Sin embargo, Nuestra Señora se le apareció de todos modos. Luego, Juan Diego le contó sus decepciones con el obispo y le dijo que ya no quería hacer ese trabajo. La Madre, sin embargo, lo consoló diciéndole: “Querido hijito, ¿no estoy contigo? ¿Yo, quién soy tu madre? Al oír estas palabras, Juan Diego sintió que su corazón volvía a fortalecerse.

Un pedido de María y los milagros comienzan a suceder

Nuestra Señora luego le pidió a Juan Diego que fuera a recoger flores al Monte Tepeyac. Era invierno y en esa época no crecían flores. Pese a ello, Juan Diego obedeció. Entonces, en la cima de la montaña, en pleno invierno, encontró hermosas flores. Admirado, los recogió, los puso sobre su manto y se dirigió a Nuestra Señora. La Madre pidió a Juan Diego que llevara esas flores al obispo Dom Zumárraga como prueba de la aparición.

La capa milagros

Ante el obispo, el pobre Juan Diego abrió su manto. En ese momento, las flores cayeron y, sobre la rústica tela del manto, apareció la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. En ese mismo momento, su tío dijo que había recibido la visita de la Virgen María y estaba curado. San Juan Diego tenía, entonces, cincuenta y siete años.

De marginado a evangelizador

El obispo, asombrado y arrepentido, creyó las palabras del pobre Juan Diego y comenzó a dar pasos para construir la capilla solicitada por Nuestra Señora. Después del milagro de Guadalupe, San Juan Diego comenzó a vivir por un tiempo en una habitación contigua a la capilla donde estuvo colocada la sagrada imagen. Pasó sus propiedades y negocios a su tío y dedicó el resto de su vida a difundir las apariciones entre sus hermanos nativos, quienes comenzaron a convertirse por miles. Demostró un amor tan profundo por la Eucaristía que el obispo le dio un permiso especial para recibir la comunión en el Cuerpo de Cristo tres veces por semana. Ese permiso era muy raro en aquella época.

Imagen milagrosa

La milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe existe desde hace más de 450 años sin una explicación plausible. La tilma donde se ubica la imagen no dura más de 20 años. Sin embargo, esto ha estado sucediendo durante siglos. Enfrentó incendios e incluso explosiones, sin sufrir un solo daño. Estudios recientes dan fe de que no hay tinta impresa en la tilma y se desconoce cómo se forma la imagen. Un oftalmólogo examinó los ojos de Nuestra Señora, en la imagen, agrandándolos cientos de veces. En la ampliación descubrió que los ojos de la Virgen muestran el momento exacto en que Juan Diego abrió el manto y apareció la imagen. La escena aparece en los ojos de la Virgen como en los ojos de un ser humano. Ya existen libros y más libros y varios estudios científicos sobre los misterios de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Y la madre de todos los Hombres eligió a quien se consideraba “las heces del pueblo”, como él mismo repitió varias veces, para revelar al mundo su amor por la humanidad.